La fuerza y el valor que acompañan a la una mujer de hoy son análogos a los de una guerrera cuando es consciente y sabe que se ha vestido solo para cruzar el umbral, que la armadura es solo un refugio momentáneo (para sobrevivir, para darse chance) pero que la única luz de su esencia es la gracia y debajo de la armadura solo existe el fuego de la Diosa en su búsqueda, en su transformación, obrando en la firmeza de la entrega que siempre, por naturaleza, lo llenará todo… hasta llenarse a si misma.
La guerrera deja de luchar para hacerse cargo, para escucharse y renovar sus votos con la vida, con la sutilidad, con el amor, con los sentimientos, con la fragilidad… con su ignorancia, con los cambios.
Somos lo que somos en esencia… regresar a ese espacio es volver a casa, es estar a salvo.
No hay nada de qué defenderse, no hay nada que temer, la armadura es un refugio momentáneo, estamos en el camino de regreso a la verdad.
Y sea cual sea la circunstancia, el poder de una mujer, se encuentra en su profundidad, la reflexión que le permite asentir y caminar de regreso a ella. Su espíritu, en su verdad más pura, "jamás encontrará una razón para no desnudar, de nuevo, el alma y seguir creyendo, la esencia de la Diosa es el amor".
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